'El crash de 2010': el libro que predijo la Gran Recesión
- Júlia Moreiro
- 16 may 2016
- 5 Min. de lectura

“La crisis, la verdadera crisis, cuando estalle a mediados de 2010, será tremenda, paralizante, una auténtica caída en plomo”. Con este optimismo, el 22 de febrero de 2009 el economista español Santiago Niño Becerra alertaba sobre la recesión económica iniciada en setiembre de 2007. Lo que en un principio parecía un simple período de apuro, según él, iba a convertirse en una crisis sistémica que haría que el capitalismo se tambaleara y que la economía, tal y como la conocíamos hasta entonces, sufriera una profunda transformación. En su exitoso libro, El crash de 2010, traslada al gran público lo que llevaba prediciendo en su columna diaria en La carta de la bolsa desde 2006: el tsunami económico y social estallaría con toda su crudeza en 2010.
Ahora, en 2016, tras haber sufrido de primera mano los devastadores efectos de la Gran Recesión, se ha tildado al autor de profeta y se han alabado sus dotes de vidente. Pero, tal y como demuestra en su libro, Niño Becerra no tiene nada de adivino: es un analista de primera clase y goza de una más que sobrada experiencia en el sector de la economía. Durante muchos años ha ocupado cargos de notoria relevancia en empresas siderúrgicas y, actualmente, es catedrático en la Ramón Llull, una de las universidades privadas más destacadas del Estado español. Además, en contadas ocasiones participa en tertulias televisivas, lo que le ha convertido en uno de los expertos más reconocidos a nivel nacional.
La tesis principal del libro es muy simple: la crisis ha llegado por el agotamiento del modelo hiperconsumista derivado de la facilidad del sector financiero para otorgar créditos. Se han explotado tanto los recursos que se ha llegado a una situación sin retorno, a partir de este crash ya nada va a ser como antes. El autor prevé la muerte del sistema actual, el fin del desarrollo máximo del estado del bienestar. Según él, esto no es más que la penitencia por nuestros pecados, es decir, esta crisis es la consecuencia inevitable del querer “ir más allá” inherente a la condición humana.
Santiago Niño Becerra enmarca los años venideros en una categoría exclusiva: las crisis sistémicas. El autor pone mucho énfasis en esto: no cualquier recesión forma parte de este selecto grupo. No tienen que suponer un fin de ciclo para ser admitidas en el club, es suficiente con que afecten a la esencia del sistema. A lo largo de la historia, después de Cristo, ha habido tan solo 18, una cada 112 años. A nosotros, justamente, nos ha tocado vivir la decimonovena.
El autor no las analiza una por una ya que, tal y como él dice, no tiene ni tiempo ni espacio para hacerlo. Aun así, resume brevemente las principales crisis sistémicas que han tambaleado el mundo. Para que nos hagamos una idea, la brutalidad de estas recesiones es capaz de dividir el imperio romano o acabar con el absolutismo. Por lo tanto, no son ninguna broma. Niño Becerra, en su libro, se encarga de que a nadie se le ocurriera menospreciar lo que se le venía encima al mundo.
En esta misma línea, el autor dedica un episodio entero a la Gran Depresión, que atormentó al mundo en los años 30. Se trata de la última de las crisis sistémicas que ha padecido la humanidad. Fue provocada por el agotamiento del modelo especulativo, materializado en el crac bursátil del 24 de octubre de 1929. Los efectos fueron devastadores, el modelo capitalista cambió el individualismo y el libre mercado por las políticas keynesianas, basadas en la injerencia del Estado, en el aumento del gasto público para reactivar la economía. Niño Becerra percibe similitudes inquietantes entre esta recesión y la que diagnostica a la segunda década del siglo XXI.
Si algo no le falta a El crash de 2010, es contextualización. De un total de 180 páginas, destina dos terceras partes a enmarcar su teoría en la historia y el resto, a desarrollarla. La obra tampoco carece de divagación, no se acaba de entender la comparación de la economía mundial con la figura tradicional dublinesa, Molly Malone, una hermosa pescadera que murió en la calle a causa de unas fiebres. Santiago Niño Becerra se recrea con la metáfora, le gusta, pero por más que la menciona es difícil de comprender. Además, se evidencia una cierta obsesión con Irlanda cuando, sin venir a cuento, el autor explica el viaje que realizó a la isla con su mujer.
En la parte central del libro el autor, por fin, expone su tesis. Dedica unas 50 páginas a explicar los antecedentes, el período previo y la fase de crisis. Para hacerlo se basa en la teoría del pico de Hubbert, una conjetura que dice que la producción de petróleo llegará a un punto máximo a partir del cual ya no podrá crecer más y se iniciará un declive imparable. Niño Becerra adapta esta teoría a la economía y explica que, con esta recesión, se ha llegado a la meta, que el nivel de desarrollo jamás será el mismo.
El crash del 2010 es una obra escrita en el año 2009, momento en el cual el autor aún no consideraba que se hubiese entrado de lleno en la crisis. Para él, el problema empezó en 2007, con las hipotecas subprime, créditos con un riesgo de impago superior al resto. La desregulación del sector financiero propició el hundimiento de los principales bancos. La caída de Lehman Brothers en 2008 fue el preludio, el comienzo de la etapa previa a la Gran Recesión, un período marcado por la negación del declive de la economía y por la aplicación de políticas con el objetivo de tapar agujeros en vez de repararlos.
Lo que el autor augura para el período de crisis no es más que oscuridad absoluta, tinieblas sin ningún rayo de esperanza. Prevé cosas que, de hecho, se han producido. Hasta 2014 pronosticaba una economía de supervivencia, no de crecimiento. Solamente lo básico tendría éxito, el consumo de bienes que no satisfacen las necesidades básicas sufriría una grave decadencia. Además, añade que solamente las empresas grandes podrían sobrevivir a la recesión ya que crecería la relevancia de las grandes corporaciones.
También preveía un aumento del paro que acabaría comportando revueltas sociales semejantes a las provocadas durante la Gran Depresión. Además, dada la excesiva explotación de los recursos, el autor pronosticaba una época de reciclaje y reutilización e incluso la vuelta a un sistema de racionamiento. Aún así, no predecía un cambio en el control de la riqueza y de los beneficios, consideraba que seguirían estando en manos de los mismos reducidos grupos de poder.
En su libro, Niño Becerra dice que no se podría hablar de crecimiento económico positivo hasta 2018. Aún así, el desarrollo sería distinto al que conocemos hoy en día, nada seguiría igual. Las bases del capitalismo se desmontarían y no serían los Estados los que las recompusieran, sino las grandes corporaciones. El autor no se equivoca, cada vez más el papel de los gobiernos estatales es menor y su actuación está supeditada a los grandes organismos internacionales.
En cuanto a España, el autor considera que es un suplente de primera clase en la crisis. El jugador número 12 de un equipo de fútbol. Aunque tiene un PIB (Producto Interior Bruto) de dimensiones considerables, el crecimiento económico le llegó muy tarde. Para ponerse al nivel de las grandes potencias ha tenido que endeudarse mucho y eso va a provocar que la recuperación de la recesión sea mucho más lenta y dolorosa de lo imaginable.
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